por Alejandro Mancilla 27 de marzo de 2020
Historias del coronavirus…
Araceli Stubbe es una ingeniera en biotecnología que lleva cinco años viviendo en varias ciudades en China y recientemente, en la ciudad de Chengdú, una de las metrópolis estratégicas del país asiático donde actualmente, ya se reportan varios días con cero contagios de coronavirusen el mundo. Hasta el día de hoy, esta joven mujer mexicana permanece aislada y en cuarentena en medio de una atmósfera real, que parecería extraída de un episodio de la serie “Black Mirror” o de la agenda de algún predicador callejero apocalíptico. Desde su cuarentena, Araceli nos cuenta sobre los útimos días caóticos para regresar al país, su vida en China, cómo fue el proceso para la gente allá y sus recomendaciones para “sobrevivir”.
Para ella deben ser algo así como las tres de la tarde. Acá es de madrugada. Las noticias dan cuenta del segundo fallecido en México por Covid-19.Araceli contesta de muy buen ánimo la llamada.
© dowell
Chengdú es una ciudad en la provincia de Sichuan al sureste de China. Está rodeada de montañas y es un lugar muy bonito para vivir porque la gente guarda muchas de las tradiciones budistas y taoístas; es muy fácil hacer amigos, comer platillos picantes deliciosos (el más famoso es el hot-pot, una sopa que además de picar, adormece la boca). Es la casa de los pandas gigantes y hay muchas cosas que ver y hacer. Pero además de ser una ciudad súper cultural, es uno de motores de la economía china.
En la cultura China se celebra el Festival de la Primavera (Año Nuevo Chino) en los primeros meses de cada año. Este 2020 salimos de vacaciones el 23 de enero y pensábamos regresar hasta el día 31. Para muchas familias, ésta es la fecha más importante de todo el año y la gente que trabaja en las ciudades suele ir a las provincias en donde están sus papás, abuelos y en muchos casos sus hijos chiquitos, para intercambiar regalos, cocinar y convivir pasando tiempo de calidad con sus familiares. Aunque nosotros ya habíamos escuchado del virus en Wuhan antes de las vacaciones, la ciudad todavía no estaba cerrada y con ciertas precauciones, seguimos con nuestros planes. El 26 de enero, a mitad de las vacaciones, el presidente Xi Jinping lanzó un comunicado especial sobre las decisiones que se estaban tomando al respecto de la enfermedad. Se llamó al orden y a la cooperación.
La gente empezó a usar cubrebocas en las calles y pronto se hizo requisito para salir del residencial o entrar a las tiendas. Una mañana, los altavoces de la calle empezaron a dar recomendaciones de prevención. Acá estamos acostumbrados a ver a personas con cubrebocas con más frecuencia que en Latinoamérica, acá se usan por costumbre cuando hay contaminación o mucho frío. Incluso hay algunos modelos de colores que se ponen como casi un accesorio de moda, así que no fue tan difícil ni raro que nos pidieran que los usáramos.
En un inicio, mi familia y yo sentíamos que estábamos lo suficientemente lejos de Wuhan, porque vivimos en ciudades que están a más de mil kilómetros de la epidemia. Cuando piensas que hace falta ir en tren 10 horas para llegar a esa otra ciudad que ya está en lockdown, no te sientes en peligro. Hubo un punto, en el que el exceso de noticias alarmantes me agobió. Por ejemplo, cuando se hizo viral la noticia de un hombre que infectó a seis personas que hicieron súper en la misma tienda; lo impresionante fue que una de esas personas contagiadas sólo estuvo cerca de el hombre por 15 segundos según los registros de las cámaras de seguridad y con eso tuvo para enfermarse. Después, conocimos el desenlace de la historia de un médico de 34 años que se había encontrado con una paciente con síntomas de enfermedad respiratoria aguda. Él decidió quedarse en un hotel para no contagiar a su familia, cuando su síntomas fueron severos, se trasladó como paciente al hospital donde falleció. El doctor tenía un hijo y una esposa embarazada.
© Victoria Jones - PA Images
Esos dos días, fueron los peores para mí. Me senté a llorar con mi esposo, pensando que hasta un contacto de lejitos y brevísimo podía ser una sentencia, y que el conocimiento médico o no estar dentro de un “grupo de alto riesgo” tampoco eran garantía de la inmunidad. A principios de febrero, no estaban reportados los tiempos que el virus sobrevivía en las superficies, ni conocíamos tanto sobre cómo desinfectar o protegernos y había mucha información falsa, incompleta o confusa circulando en medios sociales. El sentir que había fuera de mi control y la incertidumbre, me hicieron sentir miedo. Algo inútil e impráctico.
Para empezar, nos pidieron que regresaramos a nuestra ciudad y nos quedaramos en cuarentena por 14 días, reportando signos y síntomas, trabajando desde casa. Después de ese periodo, nos permitieron regresar a la oficina, pero no todos al mismo tiempo. Nos turnamos dos o tres días a la semana. Todos tendríamos que usar cubrebocas en todo momento en la oficina. Al llegar, a la puerta de la empresa, ya se notaban las medidas de higiene, como pasar por un tapete con desinfectante, dejar que te tomaran la temperatura con un termómetro láser, desinfectarse las manos con alcohol líquido. La hora del lunch cambió mucho. Hay un nuevo requisito: mantener una distancia de un metro entre cada persona. Y no nos sentamos a comer juntos, porque nos tenemos que quitar le cubrebocas para comer. Cuando entregamos archivos a las secretarias para firmas o sellos, no se los damos en su mano como antes, los ponemos en una charolita y ellas les ponen desinfectante a los papeles antes de tocarlos.
Los guardias de mi residencial nos tomaban la temperatura antes de salir a la calle y al regresar. Verifican que lleves tu cubrebocas puesto. Además tramitamos un pase para controlar los accesos y sólo dejar entrar a los residentes, nada de visitantes.
Acá no mucho, la gente está acostumbrada a hacer lo que le dicen sin quejarse tanto. Yo diría que la mayoría de las personas consideran que tienen un buen gobierno, que ha sacado a muchísimas personas de la pobreza en los últimos años, que tiene políticas macroeconómicas sólidas, que actúa rápidamente ante las crisis, que entrega en general buenos servicios públicos, que desarrolla la infraestructura nacional con responsabilidad y por eso, respetan las políticas que se implementan. La cultura es diferente, imagínate que en los cinco mil años de historia de China tuvieron 67 dinastías y más de 400 emperadores, la gente aquí no está acostumbrada a la democracia, ni la necesita demasiado. El modelo de capitalismo autoritario de China parece funcionarles bien en muchas cosas y por eso yo creo que la gente es más responsiva a las órdenes. No son tan repelones como nosotros los latinos. Los sistemas de tecnología de la información en
© Ulet Ifansasti
China, ¿qué papel han jugado?
En algunas ciudades como en Shenzhen, se usa un código QR para entrar al tren y se registra la fecha y hora de tu traslado, así que si después hay alguien contagiado, te pueden avisar. Nosotros usamos una aplicación de mensajería que se llama WeChat. A través de un “miniprogram” podemos saber a qué distancia de nosotros existieron casos confirmados de personas con COVID-19 o de personas que estuvieron en contacto con alguien contagiado.
Depende, en algunos casos, los vigilantes no te dejan salir de tu residencial, en otros casos hasta te ponen una barra afuera de la puerta de tu casa. Pero en todos los casos, las personas se organizan para llevarte agua, comida y medicamentos. Además en China la gente compra mucho a través de apps: el súper, la comida o cosas de uso diario (puedes hacer compras incluso de 30 centavos a la señora del puesto de la esquina). Siempre te dejan recibir paquetes así que no es tan grave. Las personas que se acercan a llevarte tus paquetes llegan vestidas de pies a cabeza, se cuidan mucho.
Algunas personas pueden considerar que son medidas draconianas y exageradas, pero hoy estamos viendo que les funcionaron. En China ya van varios días con cero contagios nuevos. En mi ciudad, ha habido cero contagios desde el 21 de febrero.
No, no conozco personalmente a nadie contagiado, pero hagamos las cuentas juntos. Hay 1,300 millones de habitantes en China y se infectaron 81,000 personas. Esto es un 0.000062%. Hay que tomar en cuenta que la mayoría de los casos fueron en Wuhan y yo no había escuchado de esa ciudad antes de la epidemia. Es normal que no conozca a nadie infectado, pero eso no significa que el virus sea inventado. Pero igual acá llegaron noticias de que en China había gente muriendo en la calle y caos social Ten en cuenta que el país es muy grande, la lección que podemos aprender de Wuhan es que cuando tuvieron más enfermos de los que podían recibir en los hospitales, tuvieron mayores casos fatales. La respuesta de China no tenía precedentes, el 3 de febrero abrieron el hospital de Huoshenshan, de mil camas para atender a tantos pacientes enfermos al mismo tiempo. Para evitar que eso pasara en otras ciudades, se tomarom medidas preventivas, como la cuarentena, el distanciamiento social y la promoción de buenas prácticas de higiene.
© Emilio Andreoli
Que el secreto es la coordinación y la colaboración en todos los niveles de la sociedad, las empresas y las políticas públicas. Tenemos que jalar parejo con el objetivo de mantenernos sanos y cuidar a la población en riesgo mientras seguimos siendo productivos.
Porque viajé a México e hice una transferencia en Japón, que se considera un país de alto riesgo de contagio por el momento. Yo venía de una ciudad super segura en cuanto a los contagios, de 16.3 millones de personas, solo hubo 143 casos de enfermos durante los dos meses de la crisis. Acá están muy orgullosos de que desde febrero 21 hay cero casos y yo represento un riesgo para mi sociedad, porque salí del país. Así que para darles paz mental, a pesar de no tener ningún signo o síntoma (ni fiebre o tos) y de que ya me hicieron diagnóstico por qRT-PCR, una prueba que busca material genético del virus del SARS-CoV-2 en mis células y dio negativa, ellos prefieren que me quede en un hotel de cuarentena. Yo también quiero estar segura de que puedo reintegrarme a mi trabajo sin representar ningún tipo de riesgo a la salud de mis compañeros.
No hay evidencia de que haya sido creado en un laboratorio, tenemos suficiente evidencia para pensar que evolucionó de forma natural. Si lo hubiera fabricado un “científico loco sería más mortal”. Pero tampoco debería ser el enfoque encontrar su origen, tal vez ni siquiera se originó en China, ni tiene que ver con la percepción sesgada de que los chinos tengan hábitos raros a la hora de comer; la gran mayoría come puerco, pollo, pescado y tofu como proteínas. Es una exageración pensar que los chinos comen murciélago o mapache a la hora del lunch. Y hay que entender que esto puede pasar con comidas que parecen “normales”. La influenza, AH1N1, un virus porcino surgió en México, mató a más de 200,000 personas y no se le llamó influenza mexicana, ¿y a poco el mundo nos echó la culpa por comer tacos al pastor?
Estoy más o menos acostumbrada, en China la gente no se saluda de beso ni se abraza como los latinoamericanos. Tener celular y computadora me ayuda a hablar con mi familia y amigos. ¿Y los besos? Eso si, espero ver a mi esposo pronto.
Yo ya lo acepté, estoy de buen ánimo. Trabajo desde mi cuarto y les intento responder las dudas a mis amigos en Facebook. Pienso: O me quejo o le busco qué ventajas puede tener la situación.
Que no tengan miedo, que tomen acciones ya, que actúen con solidaridad y se olviden de los resentimientos políticos. Si se pueden coordinar con sus vecinos para que los vigilantes ayuden a tomar la temperatura con un termómetro láser, pueden evitar que entren o salgan personas enfermas. Practiquen los hábitos de higiene que tanto nos recomiendan, en serio. Lávense las manos con agua y jabón con la técnica correcta, no metan los zapatos de la calle a la casa sin desinfectarlos, sigan las recomendaciones oficiales con bases científicas y no le hagan caso a los tips que le manda su comadre por WhatsApp porque se van a volver locos. Vean el sitio de la Organización Mundial de la salud que se actualiza constantemente con información científica. Tienen una muy buena página que desenmáscara los mitos y ofrece recomendaciones para desinfectar y prácticas de higiene para prevenir la enfermedad.
Fuente: GQ Magazine